jueves, 30 de octubre de 2008

SOCIEDAD: LA REINA NO QUIERE EL MATRIMONIO PARA "LAS REINAS"

SOCIEDAD: En el último libro de Pilar Urbano, "La Reina Muy de Cerca", su protagonista, un personaje Real/irreal declara: "los gays pueden casarse, pero que a eso no lo llamen matrimonio".

El matrimonio entre dos personas del mismo sexo está contemplado y ordenado en el corpus legislativo español. Es muy grave que una persona que representa al Estado español no acate dicha Ley (al no querer acatar el principio de derecho al matrimonio que establece) e incluso la descalifique públicamente al decir: "los gays pueden casarse, pero que a eso no lo llamen matrimonio". Insisto: no llamarlo matrimonio es contrario a la Ley, no querer llamarlo matrimonio es desacato. Es más, no són los gays los que lo llaman matrimonio, sino el legislador. ¿Están los monarcas por encima de la Ley? ¿Acaso no deberíamos revisar las bodas concertadas por las Casas Reales -no hablo de las de hoy donde príncipes y princesas se casan con guardaespaldas, locutoras, modelos, sin duda por amor y por encima de las convenciones sociales, sino de las de antes, que estrechaban los lazos entre Casas Reales- y decir "los monarcas pueden casarse, pero que a eso no lo llamen matrimonio", mejor que lo llamen "unión de conveniencia"?

Para los que siguen queriendo cambiar la palabra "matrimonio": ¿por qué se empeñan en tener emparejamientos de primera clase y de segunda clase?, que es lo que la diferenciación semántica conlleva. Es decir, si lo que se ejerce es un mismo derecho, la figura jurídica de ese derecho tiene que ser una sola, ya que diferentes acepciones corren el riesgo de conllevar diferentes ámbitos de ordenación jurídica. Por ello hay que recelar de los que pretenden otorgar un derecho cuando difícilmente lo acatan si no es con sutilezas semánticas de matrimonio para unos, unión civil para otros, para satisfacer así su juicio moral donde el matrimonio así entendido es superior a la unión civil, que sería el "eso" de la frase "a eso que no lo llamen matrimonio". Claro que si los protestones aceptan que convivan dos definiciones y se quieren quedar con "matrimonio" para el uso exclusiva del mundo heterosexual (ya sea entre dos asesinos, un violador y su sobrina víctima o entre un divorciado y una ex-monja), esto se podría solucionar de la forma siguiente: que sólo se aplicase "matrimonio" para los que se casasen por rito religioso (aunque, ojo, que casarse por la iglesia anglicana valdría, y en ella se ofician bodas entre personas del mismo sexo, y ello necesitaría también discriminar entre la bondad espiritual de las religiones, e introducir variantes como "matrimonio católico", "matrimonio anglicano", "matrimonio budista", "matrimonio de la iglesia del santo salvador del septimo día" etc.), y que por contra sólo se le llamase "unión civil" a los que se casasen por un acto civil en el juzgado o en el ayuntamiento; si se optase por esta propuesta, esto tendría una connotación importante... que toda la documentación legal sólo reconociese a efecto jurídico a las uniones civiles (ya sea para reclamaciones económicas, seguros de viudedad, beneficios sociales etc.) La extensión de esto es que la utilización de la palabra matrimonio sería exclusivamente de uso privado, y evidentemente los registros de las iglesias no tendrían ninguna validez jurídica para certificar que una unión se hubiese celebrado. Así se podría aceptar la separación semántica que nos proponen los que hoy están ejerciendo oposición en este tema, ya que la unión civil se convertiría de jure en el emparejamiento de primera clase, y el matrimonio en el de segunda clase. Puesto que es la palabra "matrimonio" la que les importa, con este arreglo, todos contentos, ¿ no? ¿O es que de veras querían que el matrimonio entre homosexuales fuera una unión de segunda clase?

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